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Presentación de “Diario campesino de familia”

Decía Walter Benjamin que existen dos tipos de relatos: los relatos de navegantes y los relatos de campesinos. Los primeros buscan el asombro del lector evocando viajes a mundos remotos y exóticos vedados para cualquiera de nosotros y que sólo son capaces de emprender los valientes, aquellos con el temple necesario para acometer las mil y una vicisitudes que se presentarán durante la aventura. Serán ellos quienes, a su retorno, nos harán revivir en primera persona las penurias que atravesaron y las recompensas que encontraron al llegar a su destino; quienes nos hablarán de mundos lejanos, extraños y ocultos, en los que lo diferente se convierte necesariamente en extraordinario y nos despiertan la necesidad, por un momento, de escapar a nuestras rutinas para tratar de emularlos. Son relatos que nos hablan de lo inaccesible para hacérnoslo posible; que nos hablan de lo distante para acercárnoslo; que despiertan al aventurero frustrado que algunos llevan dentro.

Los relatos de campesinos, por el contrario, no pueden acudir a la épica para atrapar al lector. Son relatos sobre lo cercano, sobre lo que no cambia ni muta más allá de los cambios que impone forzosamente el ciclo natural que llevamos inscrito en nuestro código genético por mucho que tratemos de violentarlo. Los relatos de campesinos nos descubren que a nuestro alrededor sigue existiendo la poesía a pesar de habernos vuelto miopes a ella; nos advierten de que nos hemos desprendido, despreciándolas, de las gafas que nos permitían apreciar esa poesía en los gestos cotidianos, en las formas de vida tradicionales, en el respeto por la madre tierra y sus ciclos, en la sabiduría de nuestros ancestros cuyos conocimientos se trasladan, como el polen, de padres a hijos a poco que éstos estén dispuestos a escucharlos. Por todo ello, los relatos de campesinos son mucho más extraordinarios que los de navegantes: porque nos permiten recuperar y mantener nuestra esencia, esa de la que no cabe fuga alguna.

A nadie se le escapará que el libro que se presenta mañana es un relato de campesinos. No podía ser de otra manera titulándose “Diario campesino de familia”, pero tampoco podía ser de otra manera si uno conoce mínimamente a su autor y a la familia que lo protagoniza: los Hevilla.

Yo los conocí hace algo más de un año a través de mi amigo Paco Puche, el caballero de la cana melena y las causas perdidas que dejan de serlo hasta que a él le da por enfrentarlas, y desde entonces he recuperado, gracias a ellos, multitud de sensaciones perdidas. He redescubierto el sabor de los tomates que saben a tomate en verano y he dejado de comerlos cuando la naturaleza dice que se acabó el calor; he vuelto a “perder el tiempo” lavando la tierra de las lechugas y quitándoles los caracoles; he recuperado los sabores de las frutas y verduras de nuestra tierra, cuyo sabor natural resulta hoy tan exótico como el de las frutas de tierras lejanas; he antepuesto el placer del paladar a la comodidad del envasado; he eliminado intermediarios entre la tierra y mis fogones que sólo sirven para mantener al campesino con el lomo bajo y el bolsillo vacío mientras ellos se apropian de la plusvalía sin haber hundido nunca las manos en la tierra.

Y al tiempo que todo esto pasaba, semanalmente me llegaba un relato de campesinos a mi buzón de correo electrónico. En él Cristóbal nos cuenta qué ha ocurrido esa semana en los campos; a qué se han dedicado y cuáles son sus preocupaciones y sus alegrías. Con esos relatos, recogidos ahora en este libro, nos desvela qué hay detrás de cada verdura que encontramos los fines de semana sobre las precarias mesas de su puesto en los mercadillos ecológicos que se celebran en la comarca; nos hace partícipe de lo extraordinario que se esconde detrás de la rutina de la vida de un campesino; nos transmite, en una palabra, la poesía de la vida, de sus vidas, y con ello llena de nutrientes algo más que nuestra mesa.

Para quienes no los conozcáis, este miércoles día 21 en el IES Vicente Espinel (calle Gaona) a las 18,30 horas, se presenta su libro. Creo que os gustará compartir ese rato con ellos. Yo no sé si podré estar aunque lo intentaré, al día siguiente emprenderé un viaje de navegantes hacia una tierra de campesinos: Bolivia.

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Alberto Montero