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El metro de goma

El PP expedienta al alcalde de Robledo de Chavela por encabezar una marcha contra los recortes.

El PP sanciona a Andrea Fabra con una amonestación por escrito por el “¡Que se jodan!”.

Ese es el metro con el que en el PP se juzga a sus militantes e, imagino, que al resto de la humanidad: ponerse del lado de los trabajadores y de los damnificados por la crisis y los recortes se sanciona con un expediente; insultar desde un escaño a esas mismas personas o a los representantes de muchos de ellos en el Congreso, lo mismo me da, se salda con un tirón de orejas por escrito: ¡¡Ayyy, Andreíta, cuida esa boca que parece que has ido a un colegio público!!

Y ahora, camaradas, a por la reforma de la justicia, que el patio de casa ya lo tenemos en orden.

2 comentarios a “El metro de goma”

  1. EL CUERPO ORGANICO

    ¡Oh Manuel!, que en tu primera niñez física, te regalaron una colección de polichinelas. Y te acostumbraste a ellos de tal modo, que Manuel y sus polichinelas iban siempre el uno al lado de los otros, juntos e inseparables, terminaron por fundirse y constituir un solo y único organismo, lo cual no deja de ser extraordinariamente científico y conmovedor.

    Generalmente, los niños se cansan de sus juguetes, una vez hastiados del muñeco que durante un tiempo hizo sus delicias, le rompen los brazos, las piernas, les abren el vientre para ver lo que tienen dentro, y luego, desdeñosos, lo arrojan.

    El Manuel, que si hace ya tiempo dejó de ser pollo, no dejó nunca de ser niño, un niño terrible, un verdadero “Manuel”, que si entró hace ya muchos años en el pleno desarrollo de su inteligencia, no pareció haber entrado nunca, en el período de razón.

    Criatura precoz, lista, despierta, vivaracha, dotada de una intuición rara, aprendiendo con extraordinaria facilidad lo que le enseñaban sus maestros, y adivinando lo que éstos no sabían, pero destinado a no salir nunca de su primitivo estado, esto es, del estado de criatura, se pasa la vida haciendo chiquilladas; niño travieso, se agarró a la política, considerándola como un juguete sumamente entretenido y propio, como ningún otro para hacer travesuras y desesperar a la gente mayor, y no la soltaba, ni tenía ganas de soltarla…

    En sus manos, la política es un muñeco divertido, un polichinela articulado, lujosamente vestido, adornado de plumas, cintas y cascabeles, con que Manuel, niño eterno, ha venido jugando. Manuel no ha pertenecido nunca a ese gremio de criaturas ingratas y sin corazón. Cierto es, y muy cierto, que muchas veces se entretuvo en desnudar a sus polichinelas, en desarticularles, en descabezarles y en abrirles los vientres; pero luego se guardó muy mucho de arrinconarles, de tirarlos a la calle o a la basura; nada de eso.

    Lo que hace Manuel era recomponer cariñosamente sus muñecos; curaba sus fracturas con toda la habilidad de un cirujano o de un mecánico consumado; remendarle la cabeza y si preciso era, remplazarlas por otras “más bonitas”; vistiéndolas con nuevos y ricos ropajes y luego los presentaba afanosamente al mundo como nuevos.

    El mundo exclamaba: “¡pero si es un polichinela nuevo…!” Y contestaba Manuel sonriendo y muy satisfecho de su destreza:” No, señores: es el mismo de antes; el mismo de siempre…”. Hace años que contemplamos enternecidos el mismo espectáculo: Manuel, niño joven; Manuel, niño maduro; Manuel, niño viejo, abrazado constantemente a sus polichinelas, unas veces riendo, otras veces llorando; un día jacarandoso, burlón y flamenco, otro día tétrico, amenazador y majestuoso. Pero siempre dispuesto, a cualquier hora y cualquiera que fuese su humor, risueño o sombrío, a hablar, a hablar en todas partes, sin tregua ni descanso. Manuel es así: no se calla nunca, y cuando calla, desarrolla su mente, y por eso Manuel, es muy importante para sus polichinelas.

    Manuel tiene un gran número de polichinelas, que se elevan y cada uno de ellos busca a otros polichinelas, y así se construye la pirámide del clientelismo parasitario, integrada por alcahuetes, futuros inútiles y sinvergüenzas, todos unidos por el interés, por los privilegios…

    Construyen pirámides, engrasando sus mecanismos, fundamentalmente en las administraciones públicas, gran orgía en la que participan los polichinelas, conocidos e incrustados como de libre designación, que es lo mismo que elegidos a dedo, por lo que estarán agradecidos a Manuel y cuidarán de sus capilares y terminales. Son así mismo designados, para construir telas de arañas, (con perdón a la araña), orgánicamente distribuido en bloque: Redes endogámicas que, saltarán los límites de sus propias organizaciones, que ellos mismo siempre, intentaran controlar, practicando actitudes antidemocráticas. Esto ocurre, con una especial incidencia, en las grandes ciudades, donde los consistorios y otras instituciones están monopolizados en un altísimo porcentaje, por un grupo ilimitados de familias de polichinelas que constituirán auténticos “clanes partidarios e institucionales y oligarcas, que de no abolir, construirán sistemas antidemocráticos”. ¡Calladitos, imponiendo esa boca es mía!

    Los lazos clientelares tienen en España un desarrollo y una importancia decisiva, situándose como el reino de la arbitrariedad y la particularidad, de pactos de todo tipo de las élites políticas y por tanto económicas, donde “reinará” el favor. El núcleo principal de la relación consiste en el intercambio recíproco de bienes servicios de distinta especie entre los sujetos polichinelas, que formarán la llamada «diada», base de cualquier sistema de clientelas: el oligarca Manuel, que proporcionará miserables bienes materiales, protección y acceso a diferentes recursos, privados y públicos; y los clientes polichinelas, que ofrece a su vez servicios personales, lealtad y apoyo, que en el ámbito de la política, puede traducirse en votos, polichinelas orgánicos, futuros titiriteros que estarán expectantes, ante las posibilidades de encontrar un lugar al Sol y no dar, ni un palo al agua. Económicamente, financiaran a grupos, propios e impropios, eslabones de la cadena parasitaria que son básicos para el control social, siendo los más importantes de ellos, los medios de comunicación y otros de organización social, que en el futuro inmediato, dirán esta boca es tuya.

    El lenguaje utilizado allí donde surge el compadrazgo o el patronazgo subraya el afecto, real o fingido, entre las partes: «amigo» ha sido el apelativo preferido por los componentes de las clientelas para dirigirse unos a otros, cada jefe llamara a sus seguidores «amigos» antes que partidarios, transformando las maneras de relacionarse. La maquinaria del clientelismo se fundamenta en el principio de que el poder tiene que conservarse en manos amigas para poder servirse de él. Es la complicidad de los individuos que colaboran en todas maniobras ilícitas y delitos para poder participar en todo tipo de rapiñas.

    Podía decirse con sorna, que es una antigua reproducción del caciquismo, cuatro o cinco grupos, que tienen amigos, hijos, yernos, primos, tíos, sobrinos, nietos y cuñados, en los puestos y en todos los estamentos. Muy frecuente resultara también la creación de formas de parentesco ritual, (compadre) que acompañaban a la clientela. Con ello, se establece un nexo duradero, a salvo de contratiempos del poderoso y su familia o grupo con la del apadrinado.

    No resultaba raro que Manuel, hiciera de padrino en bautizos y bodas, y diera su nombre a los hijos de sus protegidos, una práctica especialmente frecuente, que unen de por vida. Algunos autores han insistido también en la unión del patronazgo con determinadas concepciones ideológicas, como la de la mediación de los santurrones, y con valores como el honor, que hace de la devolución de los favores una cuestión crucial en las relaciones sociales.

    La definición comúnmente admitida de clientelismo subraya el carácter voluntario de la relación. Cualquiera de las partes debe ser capaz de poner fin al juego, si éste ha dejado de convenirle, ya que el intercambio ha de resultar mutuamente beneficioso. Pero es evidente que las prácticas clientelares se dan a menudo en condiciones sociales en las que el poderoso ejerce algún grado de coerción sobre sus subordinados, forzados a actuar de una u otra forma, bajo la amenaza de perder sus medios de vida, privilegios y la imposición de un comportamiento determinado que se hace explícita para completar el conjunto de medidas adecuadas para cumplir la voluntad de los poderosos.

    Entre el día y la noche, no hay pared, que lo es mismo que luchar en noche cerrada que en día claro.

  2. ¡¡Ayyy, Andreíta, cuida esa boca que parece que has ido a un colegio público!!
    Alberto, a pesar de estar de acuerdo contigo, prácticamente, en todo lo que propones -incluído la salida del Eurosistema, compré tu último libro- no puedo hacer otra cosa que pedirte que cuides alguno de tus comentarios como el que he copiado arriba. En los centros públicos se tratan de hacer las cosas con la mayor dignidad a pesar del acoso y derribo al que están sometidos. Ya sé que tú comentario no es de ataque a lo público sino de reproche,mediante un tópico, a una malcriada, pero en el inconsciente colectivo puede hacer seguir reconociendo a lo público como algo negativo.Un saludo y sigue con tu magnífica labor.

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Alberto Montero