La otra economía » 2014 » June

Notas archivadas en ''

Toda una vida

Cuando uno pasa tiempo fuera de casa, alejado del cariño de quienes nos quieren, de los objetos en los que nuestra mirada y nuestro cuerpo se reconocen, de los paisajes por los que paseamos y que son tan parte de nosotros como nosotros de ellos inevitablemente, en algún momento, se presenta la melancolía.

No basta con sentir que los nuevos paisajes pueden llegar a ser tan queridos como aquellos; no sirve con sentirse querido allá donde uno arriba; no basta con la emoción del descubrimiento continuo en una cotidianeidad que, finalmente, nos es ajena y, por eso, siempre distante. Nada de ello basta para evitar que, en algún momento, surja la melancolía.

Cuando eso ocurre, y para recrearme en ella, porque tan sano es disfrutar conscientemente de lo que se tiene como de la ausencia de lo que reconocemos como propio aunque no nos pertenezca, suelo ver este cortometraje.

Durante años, el personaje que lo protagoniza ha estado, fugaz e intermitentemente, presente en mi vida. Era imposible resistirse a la forma en la que ofrecía, como un regalo, sus paquetitos de almendras, crujientes y saladas, como perlas bronceadas de ese mar siempre presente en el horizonte que forma parte permanente de mi mirada y de mis paseos de cada día.

Ahora, lejos y con la memoria, vuelvo a recorrer, junto a Antonio, “el Almendrita”, las playas de Pedregalejo.

toda una vida from muac on Vimeo.

Los sueños de San Buenaventura

Quien conoce América Latina y ha viajado por sus paisajes humanos sabe que en estas tierras el realismo mágico es más real que mágico. Gabriel García Márquez fue el mejor notario de esa realidad: siempre con sus sentidos y su pluma prestos para levantar acta de lo que la cotidianeidad le brindaba y convertirla en los maravillosos relatos que todos conocemos y hemos disfrutado (por cierto, y dicho sea de paso, uno de mis preferidos y más releídos es “El general en su laberinto”, el menos mágico de todos ellos).

Estos días he estado transitando por uno de esos paisajes en los que la realidad desborda sus fronteras y se adentra en los terrenos de la magia, ese espacio irreal en el que tan complicado resulta distinguir los perfiles de la materia sólida.

En San Buenaventura, al norte del departamento de La Paz y en plena zona amazónica, a los pies del río Beni y a las puertas del Madidi, han estado esperando durante más de cuarenta años un ingenio azucarero.

Cuarenta años es el tiempo que ha transcurrido desde que un grupo de colonos de Bermejo llegó hasta aquí, desde el Oriente, huyendo de la esclavitud de la zafra por cuenta ajena y engatusados por las promesas de un gobierno que, por aquel entonces, les había prometido tierras e ingenio.

Durante cuatro décadas, esos colonos han mirado cada día al sur, hacia La Paz, esperando ver llegar el ingenio. Y si al principio seguían plantando caña año tras año, temiendo que éste apareciera y les pillara desprevenidos, poco a poco tuvieron que dejar de hacerlo y dedicarse a otros cultivos,  con el amargor de quien se ve forzado a fingir lo que no es.

Aquellos primeros colonos murieron, no sin injertar en la memoria de sus hijos la esperanza en que la promesa que había alimentado su éxodo se haría realidad. Cuarenta años esperanzados a que, como el coronel de García Márquez, alguien se acordara de ellos, a que las palabras se volvieran hechos y los sueños molinos de azúcar o ron.

Y un día llegó un presidente, campesino, pobre y humilde como ellos, pero que había decidido, tiempo atrás, no esperar a que los sueños de los oprimidos fueran moneda de cambio para quienes los despreciaban y engañaban. Un presidente que había decidido abrir el libro de la historia para comenzar a enderezar los renglones que otros se habían encargado de mantener retorcidos como las raíces que se hunden en la tierra o los dedos de quienes la labran.

Ahora, hoy día, los sueños han revivido y el ingenio está avanzando. Hasta él se acercan los campesinos, hijos de aquellos a quienes se les ofreció y siempre lo esperaron, para comprobar con sus propios ojos que la promesa se va convirtiendo, día a día, en acero. Y en esos ojos verdea, como la caña en sus parcelas, la luz de la esperanza de que, por fin, los huesos de sus padres, los cañeros de Bermejo que llegaron a San Buenaventura, encontrarán la paz.

(La foto es del desembarcadero de San Buenaventura).

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CEPS en El País

Esta mañana me he levantado con la agradable noticia de saber que El País nos dedicaba parte de su portada y un par de páginas a la Fundación CEPS, de la cual, en estos momentos, soy vicepresidente.

En el artículo se expone una información que es y ha sido siempre pública; que está fiscalizada por la autoridad competente y de la que hasta ahora nadie se había hecho eco a pesar de que nuestra actividad en América Latina ha sido siempre conocida.

Algún día nos gustaría que dedicaran el mismo esfuerzo de recopilación de datos a algunas de las fundaciones que han estado y siguen estando cercanas a Zarzuela, igual así nos enteraríamos de quiénes son sus clientes y los montos que cobran del erario público.

Como no es nada de lo que uno deba avergonzarse, sino todo lo contrario, aquí tenéis el vínculo a la noticia para que también la podáis conocer.

Jose Mujica en la Cumbre G77 + China

Estoy recién llegado a La Paz de la Cumbre del G77 + China, celebrada en Santa Cruz de la Sierra. Este año se cumplen 50 años de su creación y corresponde la presidencia pro tempore a Bolivia.

Ha sido un honor poder asistir al Plenario y, al mismo tiempo, ha sido triste comprobar cómo las mismas razones que alentaron su creación hace ya medio siglo siguen nutriendo los discursos actuales.

Creo que la intervención del presidente de Uruguay, José Mujica, lo explica perfectamente, palabras al alcance de cualquiera pero, al mismo tiempo, con una profundidad a la que sólo pueden aspirar unos pocos. Merece la pena oírlo e, incluso, los españoles podemos hacer el ejercicio de comparar su capacidad retórica e intelectual con la de nuestro presidente, Mariano Rajoy. Tal vez las palabras de Mujica también nos ayuden a reflexionar sobre qué hemos debido hacer tan mal para merecernos lo que tenemos.

(La foto de la Plenaria es mía).

Dragui: tarde, mal y para los mismos

Hoy publico en el diario.es un artículo valorando las medidas aplicadas por el Banco Central Europeo la semana pasada. Creo que el título lo explica casi todo, así que, como me temo, no debemos esperar mucho de las mismas y sí temer por la burbuja que se está generando en los mercados de deuda pública periférica: no tiene ningún sentido que la rentabilidad de los bonos españoles se encuentre, en estos momentos, por debajo de la rentabilidad de los bonos estadounidenses o británicos cuando los fundamentos de esas economías son más sólidos que los de la española.

Podéis leerlo en su lugar de publicación original pinchando aquí o en esta página a continuación. [Sigue leyendo →]

Entrevista en la Onda Local sobre caída salarial

Unos días antes de salir para Bolivia dejé grabada para los amigos de la Onda Local de Andalucía esta entrevista sobre el impacto de la reducción salarial sobre las perspectivas de ¿salida? de la crisis. Como podréis imaginar, mi percepción es de lo más pesimista al respecto pero, claro, ese cartel de “economista pesimista” que algunos me colocaron hace ya años parece que está resultando ser más apropiado que el que prefirieron colgarse los que pensaban que de esta crisis se salía en dos patadas, con mucho voluntarismo y poco análisis. En fin…

Podéis escuchar la entrevista pinchando aquí.

Luz de La Paz

Llegué hace unos días a La Paz y estaré aquí durante unas semanas. Comienza el invierno y el aire se vuelve seco y eléctrico como una tormenta sobre un desierto frío. Durante las noches las narices se atoran y la garganta se reseca; el sueño va y viene a golpe de tragos de agua y trapos húmedos. Cuesta descansar. Pero esos inconvenientes se olvidan cuando, al amanecer, la luz lo baña todo y se convierte en una presencia más por las calles de esta ciudad abigarrada. No es una luz cualquiera. Es una luz que brota del suelo; que cae del cielo; que llega desde las nieves perpetuas del Illimani y la Cordillera Real para imponer su reinado en el altiplano.

La luz de La Paz en el mes de junio es una luz que duele y abrasa; alumbra y prende; baña y seca. Pero, a cambio, purifica la mirada, revela todo lo que los hombres quieren ocultar y ofrece, al caer la tarde, las llamas de un ocaso que darán paso al frío, las estrellas y el vino.

Para todos que aquellos que disfruten de la luz, La Paz es su destino; nuestro destino.

Alberto Montero