La otra economía » 2011 » July

Notas archivadas en ''

Entrevista en ATTAC TV

Os dejo para este fin de semana esta entrevista que me hicieron hace ya unos meses para ATTAC TV en Valencia. Como podréis ver, parte de las preguntas y, consiguientemente, las respuestas no anticipaban lo que se vendría después: el 15M y el movimiento de contestación popular a una situación que se vuelve, cada día que pasa, más asfixiante.

Alberto Montero - Entrevista from ATTAC.TV on Vimeo.

La indignación del Banco Santander

Al parecer, el Banco Santander tampoco ha podido mantenerse al margen de las justas reivindicaciones del movimiento 15M. Su consejero delegado, Alfredo Sáez, acaba de plantear en la presentación de los resultados del segundo trimestre de 2011 de la entidad que, para tratar de lavar su imagen corporativa y mejorar la percepción social de la ciudadanía en lo que a sus prácticas se refiere, van a adoptar medidas con sensibilidad social. En sus propias palabras, para que luego no digan que las tergiverso con las mías, Sáez dijo: “Hemos pensado que tenemos que actuar para mejorar la imagen y la percepción que tienen algunos segmentos de la población, y, sobre todo, los jóvenes“.

En concreto, Sáez anunció que ofrecerá un periodo de carencia de tres años sobre los préstamos hipotecarios concedidos para adquisición de su vivienda habitual a aquellas personas que se hayan quedado en paro o hayan visto reducidos sus ingresos en más de un 25%. ¿No se os inflama el pecho de emoción y brota una lágrima furtiva de vuestros ojos?

Pues esperad a saber que, además, ese anuncio lo ha hecho el día que daba a conocer que sus beneficios habían caído en un 21% durante este semestre. ¡Ahora sí que podemos llorar como descosidos! ¿Puede haber solidaridad más conmovedora que la que se da entre los que lo están pasando mal?

Dicho lo cual, a uno no le queda más remedio que plantearse algunas cuestiones porque, que se sepa y hasta la fecha, los banqueros no han sido precisamente un colectivo que haya destacado por su especial sensibilidad social. ¿Cómo puede volverse el lobo oveja de la noche a la mañana?

Y mira por dónde que ese mismo día Sáez informaba de que la tasa de morosidad de la mayor parte de su entidad, la Red Santander, supera ya el 6,73%, es decir, se encuentra dos puntos por encima de los mismos niveles que presentaba hace apenas un año, cuando se afirmaba, con obtuso optimismo, que para finales de 2010 la tasa de morosidad llegaría a su techo. Es más, la tasa de morosidad del Santander, aunque esto no lo dijo, es la más elevada entre los grandes bancos españoles (la de BBVA, su gran competidor, se sitúa para ese mismo periodo en el 4%).

Por tanto, el panorama que se le presenta a la institución no puede ser más sombrío dado que el incremento de la morosidad tiene una doble dimensión que repercute directamente sobre sus beneficios.

Por un lado, es más que esperable que el mismo se traduzca en un incremento de las ejecuciones hipotecarias, con el consiguiente retorno de esos activos, ya depreciados, al balance de las entidades financieras, lo que le obliga a dotar la correspondiente provisión por la pérdida de valor de los mismos. Baste con tener en cuenta, al respecto, que durante el primer trimestre de 2011 casi 15.500 familias fueron desahuciadas de sus hogares y que el número de ejecuciones hipotecarias aumentó en un 36,3% con respecto al mismo período del año anterior. Esas ejecuciones vienen a sumarse a las más de 93 mil que se efectuaron en 2010, año para el que el número de ejecuciones se multiplicó por cuatro con respecto a 2007, cuando comenzó la crisis.

Y, por otro lado, el incremento de la morosidad también le obliga automáticamente a dotar de mayores reservas para créditos morosos, con la inmediata repercusión sobre la cuenta de resultados.

Ante un escenario cada vez más complicado, la medida de establecer un periodo de carencia de tres años les permite evitar la ejecución hipotecaria, con el consiguiente retorno del inmueble al activo de la entidad; pero, además, dado que se trata de una carencia sobre el capital y no sobre los intereses, le permite incrementar la rentabilidad de esos créditos por la vía de alargar los plazos y, de paso, cobrar dos veces intereses por el capital sujeto a la carencia (un pequeño detalle sin importancia, claro). Y eso no es todo, sino que además ese crédito, que de no acogerse a la carencia entraría en mora y debería provisionarse como tal, en el caso de acogerse a la misma está sometido a una provisión de menor cuantía y, por lo tanto, tiene una incidencia también menor sobre los resultados de la entidad.

Así que a nadie le quepa la menor duda: en el Banco Santander están terriblemente indignados y Botín anda gritando que no es un antisistema sino que es el sistema el que está contra él.

Etiopía: “Ya nada me extraña”, de Tiken Jah Fakoly

A la primera página de los periódicos y a la portada de los telediarios ha vuelto un país cuya aparición en esos espacios siempre viene asociada a una catástrofe humana: Etiopía.

De nuevo vuelven a culpar a la sequía de la desgracia como si la hambruna cayera realmente del cielo y no fuera, como ha explicado Amartya Sen en “Desarrollo y Libertad” usando a ese mismo país como ejemplo, la expresión última de la falta de voluntad política por buscar soluciones al mismo y, sobre todo, el producto de la falta de democracia. Como si fuera una región maldita, castigada por los dioses y condenada a sufrir periódicamente las peores expresiones del horror humano y no el producto de nuestra indiferencia.

Y no; no es así. Para entender lo que ocurre en Etiopía basta con salirnos de los contornos del cuerno de África y extender nuestra mirada a todo el continente y, desde ahí, al resto del mundo.

Eso es lo que hace Tiken Jah Fakoly, un cantante reggae de Costa de Marfil, en este tema ilustrado por unas fotografías que ponen la carne de gallina. Viendo esas imágenes, a mí tampoco ya me extraña nada.

 

De retorno de La Paz

Dos viajes a La Paz para impartir sendos cursos de doctorado en tan sólo un mes es echarse demasiados kilómetros e incomodidades a la espalda. Si encima es para dar clases a 3600 metros de altura sobre el nivel del mar durante veinte horas a lo largo de un fin de semana la cosa tiene menos gracia aún. Pero como todo es relativo, ahora, sentado en un bar del aeropuerto de Santa Cruz mientras espero para subir al avión y me pregunto por qué en los países de América Latina los aeropuertos tiene wifi gratuito y en el primer mundo hay que pagarlo, mantengo una sonrisa en los labios.

Si hace apenas un mes llegué a La Paz, después de unos días en Quito, cansado y desganado y la ciudad y la altura me resultaron opresivas; en este viaje me he reconciliado con una ciudad que con cada visita me descubre nuevos secretos y de la que, no sé por qué, siempre hago el esfuerzo de no marcharme sin regalarme un momento de introspección en el que recapacitar sobre mi estancia. Me gusta sentarme solo a almorzar o cenar en algún lugar agradable y dedicarle un tiempo de reflexión y una copa de vino a los días vividos en ella; a los amigos que pude ver, a los que solo pude llamar y a los que ni eso; a las conversaciones mantenidas y a todo lo que pude aprender escuchando; a los nuevos amigos que voy haciendo y que se mantienen a pesar de la distancia y el tiempo; a lo diferente que es dar clases en estos países; a sonreír pensando en la dificultad de los bolivianos para dar una negativa por respuesta y las situaciones absurdas y surrealistas a las que eso puede dar lugar. En definitiva, a tratar de que mi paso por esta ciudad deje siempre alguna huella en mí.

Y si, además de todo ello, uno tiene la suerte de poder ver dos veces en un mes la luna llena sobre el Illimani es difícil no pensar en el retorno.

Reconstruir o desmantelar

Recién llegado a La Paz para dar clases en un curso de doctorado sobre desarrollo me pidieron desde Público un artículo breve sobre la situación en la Unión Monetaria Europea. Mi posición, como la de muchos otros, es clara: ha llegado el momento en el que o esto se refunda o mejor empezar a pensar cómo nos repartimos los enseres. En cualquier caso, y aunque 3200 caracteres con espacios incluidos no dan para mucho, aquí podéis leer el resultado.

Leyendo las cuarenta al poder

A Emilio Botín las consecuencias de la política de la institución financiera que él preside le parece que no son un tema que deba tratarse en una Junta de Accionistas. Allí sólo se va a decir lo mucho que han ganado, lo bien que lo han hecho y lo satisfechos que deben sentirse todos; lo demás son paparruchas que, al menos y al parecer, algo incomodan.

Un tiempo sin ganas ni saber qué decir

Hay días en los que a uno no le salen las palabras, sobre todo esas que escribe sin destinatario conocido y que, por ello mismo, son finalmente para uno. El primero de esos días te dices que no pasa nada; que no te pasa nada; que sólo es un poco o un mucho de cansancio o, simplemente, un no saber qué decir.

Cuando a uno de esos días sigue otro y otro más la cosa comienza a ser preocupante: si me gusta hacerlo por qué de repente nunca encuentro el momento y, cuando lo encuentro, por qué no surgen las ideas o por qué los dedos se bloquean al tratar de ponerlas en negro sobre blanco.

Al final te das cuenta de que no es tan grave: de que si escribes, bien y, si no, también porque nadie te lo va a reprochar. Y te sientes libre y vuelves a escribir para ti, sin la angustia de pensar que tienes que ser ocurrente, didáctico, profundo o ameno porque así tratas de llegar a quien te lee. Vuelves a sentir la necesidad de escribir para tratar de hacerte comprensible un mundo que camina hacia la barbarie a golpe de risa histérica de banquero; a golpe de cabezazo contra las urnas de políticos adocenados incapaces de pensar más allá de lo que creen que es económicamente correcto; a golpe de hachazo de mercaderes asesinos que juegan con nuestras vidas como si fuéramos meros peones en una partida de ajedrez mundial.

Eso trataré de seguir haciendo y si de paso le sirve a alguien, mejor que mejor.

Alberto Montero